27.1.09

Nombretes

Un mote suele nacer de la picardía de un observador ante alguna característica saliente de otra persona. El Sr. Comedido tiene un vecino que es muy afecto al vino, por lo que lo bautizó Elcho. Cuando va caminando, lo ve en la puerta de la casa y le nota los ojos brillosos o las mejillas rojas, Comedido se disfraza de bufón y con una leve inclinación de cabeza lo saluda mientras dice: “¿Cómo le va, Don Elcho?”.
Con el que no bromea es con el encargado del autoservice de su cuadra. Este tiene la habilidad de atender a un cliente durante 7 minutos sin pronunciar una sola palabra y prescindiendo totalmente de los formalismos del saludo. Su apodo: El Simpa.
A pocas cuadras hay un almacén del que son habituales compradoras la Sra.-Que-Hace-Asados y la Sra.-Que-Canta. Ellas también bautizaron a su almacenero. Cuando van a hacer los mandados avisan: “Vamos a lo de Vecina Vecina”, que es el saludo con que las recibe el hombre cada vez que entran a su comercio.

21.1.09

Freedom

Orinar, salir de vacaciones, terminar una condena, abrir la puerta, sacarse las sábanas de encima, saciar el hambre, terminar una pareja, resolver un crucigrama, finalizar un libro, tomar un vaso de agua, quitarse una camisa, gritar un gol, putear al juez, tirar una piedra al río; distintas formas de liberación.

14.1.09

Adelgazamiento

Al verse agotado en una cama, empapado en transpiración, Impúdico alardeó:
-Con las calorías que se queman con el sexo, se adelgaza mucho. Tendría que cambiar de rubro y volverme dietista.
Lectora de Diccionario lo miró y se rió.
-Bueno, una paciente por día capaz que aguanto, concedió él.
-Pero las que tienen que adelgazar son ellas, dijo la mujer mientras retribuía el rapto de modestia con un beso en la mejilla.

9.1.09

Citas Gratuitas: Antonin Artaud

"Desde el punto de vista geográfico, siempre existía esa franja de barbarie alrededor de lo que se ha dado en llamar el Imperio Romano, y en el Imperio Romano hay que incluir a Grecia que, históricamente, inventó la idea de barbarie. Y desde ese punto de vista nosotros, gente de Occidente, somos los dignos hijos de esa madre estúpida, puesto que para nosotros los civilizados somos nosotros mismos, y todo el resto, que da la medida de nuestra universal ignorancia, se identifica con la barbarie.

"No obstante, el hecho es que todas las ideas que impidieron la muerte inmediata de los mundos romano y griego, su caída en una ciega bestialidad, justamente vinieron de esta franja bárbara; y el Oriente, lejos de traer sus enfermedades y su malestar, permitió conservar el contacto con la Tradición. Los principios no se encuentran, no se inventan; se conservan, se comunican; y existen pocas operaciones en el mundo más difíciles que conservar la noción, a la vez diferente y fundida en el organismo, de un principio universal.

"Todo esto sirve para señalar que desde el punto de vista metafísico, el Oriente siempre estuvo en un estado de tranquilizadora ebullición; que las cosas jamás se degradan por su causa; y que el día en que la cáscara de los principios se encoja allí irremediablemente, la cara del mundo también se encogerá, y todas las cosas estarán cerca de su ruina; y ese día ya no me parece lejano".

Antonin Artaud. Heliogábalo o el anarquista coronado. Ed. Argonauta. Buenos Aires, 2006. Primera edición, 1967.

Columnista Invitado: Robert Fisk II

Nos preguntaremos por qué odian tanto a Occidente
Robert Fisk
The Independent
Traducido para Rebelión por LB
Así pues, una vez más Israel ha abierto las puertas del infierno a los palestinos. Cuarenta refugiados civiles muertos en una escuela de las Naciones Unidas, más otros tres en otra. No está mal para una sola noche de trabajo en Gaza del ejército que cree en la "pureza de las armas". Pero, ¿por qué deberíamos sorprendernos?
¿Acaso hemos olvidado a los 17.500 muertos -casi todos los civiles, la mayoría de ellos niños y mujeres- que dejó en 1982 la invasión israelí del Líbano? ¿O los 1700 civiles palestinos muertos en la masacre de Sabra-Chatila? ¿O la masacre de Qana (Canaán) de 1996, en la que los israelíes mataron a 106 civiles libaneses, más de la mitad de ellos niños, refugiados en una base de Naciones Unidas? ¿O la masacre de los refugiados de Marwahin a los que en 2006 los israelíes ordenaron salir de sus hogares para acto seguido asesinarlos a tiros desde un helicóptero artillado? ¿O los 1000 muertos de ese mismo año 2006 durante los bombardeos e invasión del Líbano, casi todos ellos civiles?
Lo realmente asombroso es que tantos líderes occidentales, tantos presidentes y primeros ministros y, mucho me temo, tantos editores y periodistas, hayan dado por bueno el viejo bulo de que los israelíes ponen mucho cuidado en evitar víctimas civiles. "Israel hace todo lo posible por evitar bajas civiles", volvió a recitar otro embajador israelí tan sólo unas horas antes de la masacre de Gaza. Y cada presidente y primer ministro que repite este embuste como pretexto para evitar un alto el fuego tiene sus manos chorreantes de sangre derramada durante la carnicería de la noche anterior. Si George Bush hubiera tenido el valor de exigir un alto el fuego inmediato 48 horas antes, esos 40 civiles, ancianos, mujeres y niños, aún estarían vivos.
Lo que pasó no solo fue vergonzoso. Fue abominable. ¿La palabra “crimen de guerra” es quizás una descripción demasiado fuerte? En realidad, ése es el nombre que daríamos a esta atrocidad si la hubiera cometido Hamas. Así pues, un crimen de guerra, me temo, lo fue. Después de haber informado sobre tantos asesinatos en masa perpetrados por los ejércitos de Oriente Medio -por las tropas sirias, por las tropas iraquíes, por las tropas iraníes, por las tropas israelíes- supongo que la reacción que cabe esperar de mí es el cinismo. Ahora bien, Israel declara estar librando por nosotros la guerra contra el "terrorismo internacional". Los israelíes dicen que están combatiendo en Gaza por nosotros, en nombre de nuestros ideales occidentales, en aras de nuestra seguridad y sujetándose a nuestras normas. De modo que también somos cómplices de la barbarie que se está inflingiendo a Gaza.
En mis crónicas he informado sobre las múltiples excusas que el ejército israelí nos ha condimentado en el pasado para justificar esos ataques. Dado que existe la posibilidad de que Israel vuelva a servírnoslas recalentadas en las próximas horas, examinemos aquí algunas de ellas: son los palestinos quienes han matado a sus propios refugiados; los palestinos han desenterrado cadáveres de los cementerios y los han plantado entre las ruinas; en última instancia los palestinos tienen la culpa de las muertes porque apoyan a una facción armada o porque palestinos armados han utilizado deliberadamente a inocentes refugiados como escudos humanos.
La masacre de Sabra y Chatila la ejecutó la Falange Libanesa, fuerza derechista aliada de los israelíes, mientras las tropas israelíes se quedaron mirando durante 48 horas sin mover un dedo para impedir la masacre, como lo puso de manifiesto la comisión de investigación que dictaminó sobre el caso. Cuando se culpó a Israel, el gobierno de Menachem Begin acusó al mundo de lanzar contra Israel un libelo de sangre. Cuando en 1996 la artillería israelí disparó proyectiles contra la base de la ONU en Qana los israelíes dijeron que en la base se escondían milicianos de Hezbolá. Mentira. Con respecto a los más de 1.000 muertos del año 2006 –esta guerra comenzó cuando Hezbolá capturó en la frontera a dos soldados israelíes-, los israelíes simplemente ignoraron los reproches que se les hacían, limitándose a atribuir a Hezbollah la responsabilidad de esas muertes. Israel dijo que los cadáveres de los niños que el fuego israelí mató en el curso de una segunda masacre en Qana pudieron haber sido transportados allá desde un cementerio. Mentira. Los israelíes nunca dieron ninguna explicación sobre la masacre de Marwahin, ocurrida después de que ordenaran huir a los habitantes de la aldea. La población obedeció las órdenes israelíes pero fueron atacados por un helicóptero artillado israelí. Los refugiados cogieron a sus hijos y los mantuvieron agrupados en torno a la camioneta en la que viajaban para que los pilotos israelíes pudieran ver que se trataba de personas inocentes. El helicóptero israelí los ametralló a todos a corta distancia. Sólo sobrevivieron dos, que fingieron estar muertos. Israel ni siquiera pidió disculpas.
Doce años antes, otro helicóptero israelí atacó a una ambulancia que transportaba civiles de una aldea vecina –también a ellos los israelíes les habían ordenado salir de Israel- y mataron a tres niños y a dos mujeres. Los israelíes argumentaron que en la ambulancia había un combatiente de Hezbolá. Mentira. Yo cubrí informativamente todas esas atrocidades, las investigué todas, hablé con los supervivientes. Lo mismo hicieron numerosos colegas míos. Nuestro destino, por supuesto, fue ser blanco del más calumnioso libelo: nos acusaron de ser antisemitas.
Por todo ello escribo lo siguiente sin la menor vacilación: pronto volveremos a escuchar esa sarta de escandalosas mentiras. De nuevo vamos a escuchar la mentira de que el culpable es Hamas –y bien sabe Dios que se le pueden imputar cosas sin necesidad de añadir este crimen-; es posible que nos obsequien con la mentira de los cadáveres extraídos del cementerio, es casi seguro que tratarán de endilgarnos el embuste de que Hamas estaba en la escuela, y no hay la menor duda de nos vilipendiarán acusándonos de antisemitismo. Y nuestros líderes mascullarán, rezongarán y recordarán al mundo que fue Hamas quien rompió el alto el fuego. Otra mentira. Fue Israel quien lo rompió, primero el 4 de noviembre cuando bombardeó Gaza y mató a seis palestinos, y de nuevo el 17 de noviembre, cuando otro bombardeo israelí mató a cuatro palestinos más.
Sí, los israelíes merecen gozar de seguridad. Veinte israelíes muertos alrededor de Gaza en el espacio de 10 años es ciertamente una cifra triste. Pero 600 palestinos muertos en poco más de una semana –y millares de palestinos muertos desde 1948, cuando la masacre que los israelíes perpetraron en la aldea palestina de Deir Yassin azuzó el éxodo de los palestinos de esa parte de Palestina que se convertiría más tarde en Israel- es una cifra que nos sitúa en una magnitud diferente. Esto ya no se parece a uno de esos derramamientos de sangre típicos de Oriente Medio, sino a una atrocidad equiparable a las de guerras balcánicas de la década de 1990. Y, naturalmente, cuando un árabe se agite con furia incontrolada y proyecte su ira ciega e incendiaria contra Occidente, diremos que no tenemos nada que ver con ello. ¿Por qué nos odian?, nos preguntaremos. Pero no digamos que ignoramos la respuesta. Fuente: http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/fisk/robert-fisk-why-do-they-hate-the-west-so-much-we-will-ask-1230046.html
Tomado de Rebelion.org

Columnista Invitado: Robert Fisk I

La grotesca ironía de Gaza
Robert Fisk
Página/12
Qué fácil es tapar la historia de los palestinos, borrar la narrativa de su tragedia, evitar una ironía grotesca sobre Gaza que –en cualquier otro conflicto– los periodistas estarían escribiendo en sus primeros informes: que los originales, los legales propietarios de la tierra israelí sobre la que impactan los cohetes Hamas viven en Gaza. Por eso existe Gaza: porque los palestinos que vivían en Ashkelon y los campos de los alrededores –Ashalaan en árabe– fueron desposeídos de sus tierras en 1948, cuando se creó Israel y terminaron en las playas de Gaza.
Ellos –o sus hijos y nietos y bisnietos– están entre el millón y medio de los refugiados palestinos atiborrados en el basurero de Gaza, 80 por ciento de aquellos cuyas familias vivieron una vez en lo que ahora es Israel. Esto, teóricamente, es la verdadera historia; la mayoría de la gente de Gaza no viene de Gaza.
Pero al ver las noticias, uno pensaría que la historia comenzó ayer, que un grupo de lunáticos barbudos islamistas antisemitas surgió de pronto en los barrios bajos de Gaza –una basura de gente destituida sin ningún origen– y comenzaron a lanzar misiles al pacífico, democrático Israel, sólo para encontrarse con la venganza justa de la fuerza aérea israelí. El hecho de que cinco hermanas muertas en un campo en Jabalya tenían abuelos que venían de la misma tierra cuyos más recientes propietarios ahora las bombardean a muerte simplemente no aparece en la historia.
Tanto Yitzhak Rabin como Shimon Peres dijeron allá por la década de 1990 que deseaban que Gaza simplemente desapareciera, cayera al mar, y podemos ver por qué. La existencia de Gaza es un recordatorio permanente de aquellos cientos de miles de palestinos que perdieron sus hogares a manos de Israel, que huyeron o fueron echados por temor o por limpieza étnica israelí hace sesenta años, cuando oleadas de refugiados recalaron en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y cuando un puñado de árabes echados a patadas de sus propiedades no le preocupaba al mundo.
Bueno, el mundo debería preocuparse ahora. Atiborrados en los más superpoblados kilómetros cuadrados en el mundo está un pueblo desposeído que ha estado viviendo en la basura y las aguas servidas y, durante los últimos seis meses, con hambre y en la oscuridad, y que han sido sancionados por nosotros, Occidente. Gaza siempre fue un lugar de insurrección. Tomó años para que la sangrienta “pacificación” de Ariel Sharon, que comenzó en 1971, se completara y Gaza no será domada ahora.
La voz más poderosamente política de los palestinos –estoy hablando de Edward Said, no del corrupto Yasser Arafat (y cómo lo deben extrañar ahora los israelíes)– está en silencio y su prédica en gran parte no ha sido explicada por su deplorable y tonto vocero. “Es el lugar más aterrador que he visto”, dijo Said una vez de Gaza. “Es un lugar horriblemente triste a causa de la desesperación y de la miseria en que vive la gente. No estaba preparado para los campos, que son mucho peores que cualquier cosa que vi en Sudáfrica.”
Por supuesto, le tocó a la canciller Tzipi Livni admitir que “a veces también los civiles pagan el precio”, un argumento que no daría, por supuesto, si los estadísticas de las bajas fueran al revés. Por cierto fue instructivo ayer escuchar a un miembro del American Enterprise Institute –repitiendo fielmente los argumentos de Israel– defender el vergonzoso número de muertos palestinos diciendo que “no tenía sentido jugar el juego de los números”. Pero si más de 300 israelíes hubieran muerto –contra dos palestinos muertos– estemos seguros de que el “juego de los números” y la desproporcionada violencia serían muy relevantes.
El simple hecho es que las muertes palestinas importan mucho menos que las muertes israelíes. Es verdad, sabemos que 180 de los muertos eran miembros de Hamas. Pero ¿qué pasa con el resto? Si las cifras conservadoras de la ONU de 57 muertos civiles es correcta, el número de muertos sigue siendo una vergüenza. Descubrir que Estados Unidos y Gran Bretaña no condenan la matanza israelí mientras que culpan a Hamas no es sorprendente. La política de Estados Unidos en Medio Oriente y la política israelí ahora son indistinguibles y Gordon Brown está siguiendo con la misma devoción perruna a la administración Bush que su predecesor.
Como siempre, los sátrapas árabes –pagados y armados en gran parte por Occidente– están en silencio; absurdamente llaman a una cumbre árabe sobre la crisis que (si tiene lugar) nombrará un “comité de acción” para hacer un informe que nunca será escrito. En cuanto a Hamas, por supuesto disfrutarán de la incomodidad de los potentados árabes mientras esperan cínicamente que Israel les hable. Lo que hará. De verdad, dentro de algunos pocos meses, oiremos que Israel y Hamas están teniendo “conversaciones secretas” –como una vez nos pasó con Israel y la aún más corrupta OLP—. Pero para entonces hará mucho que los muertos fueron enterrados y nos estaremos enfrentando a la próxima crisis desde la última crisis.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/117823-37534-2009-01-07.html
Tomado de Rebelion.org

7.1.09

Proyectos

La mano venía de conversa. Cual lagartos tendidos al sol, Comedido y su amigo Escritor espiaban el horizonte montevideano. Veían grandes barcos cargueros entrar y salir del puerto, por lo que la navegación se volvió tema de charla.
-Dicen que este año vienen más de 180 cruceros a Montevideo, dijo Escritor.
-Dicen.
-Y parece que cada uno trae miles de personas.
-Son como una ciudad. Conozco a un uruguayo que toca la batería en una orquesta de un crucero. Él sabe que en el mismo barco trabajan otros 7 uruguayos, pero en 3 años no conoció a ninguno.
-Esa gente baja y gasta plata, continuó Escritor con interés comercial. Habría que armarles servicios, mostrarles la ciudad, agregó.
La febril imaginación de ambos se disparó. Rápidamente comenzaron a diagramar circuitos turísticos. El primero, futbolístico. Ese recorrería el Parque Central (estadio donde se jugó el primer partido por un mundial de fútbol), el monolito que recuerda el arco donde se hizo el primer gol (en una desaparecida cancha del barrio Pocitos), el Estadio Centenario (inaugurado para aquel evento) y el museo del fútbol. Luego planificaron otro que llevaría a los turistas por el Teatro Solís (primer teatro de América) y la Sala Zitarrosa (en tanto teatro moderno). Ahí sus ánimos comenzaron a decaer. Ya la imaginación escaseaba.
-Los que vienen de afuera están acostumbrados a otras distancias. Podemos llevarlos a Colonia del Sacramento, a la Fortaleza de Santa Teresa, lugares históricos así, sugirió Comedido.
-También se podría hacer algo con las iglesias... Pero habría que trabajar.
-El otro día una arquitecta cordobesa me dijo que los uruguayos somos vagos.
-Sí, respondió Escritor con tono dubitativo.
Y los dos bajaron los brazos.