31.3.10

Rudimentos para una vida práctica

Una de las cosas que aprendí en el proceso largo, esforzado, por momentos sufrido pero siempre apasionante, es que el sonar de un teléfono no implica la obligación de atenderlo. La expectativa ajena es eso, un problema de otra persona.

11.3.10

Citas Gratuitas: Definición de Montevideo

Vivo en una ciudad de juguete frente al mar, una ciudad de juguete que mira el mar, una ciudad sin prisa, lenta… que mira lejos…
Mira lejos, como queriendo encontrar y contar ese mundo incontable que llega desde la memoria, que llega desde los barcos cargados de negros, desde los barcos cargados de europeos negros que llegaron después, la resaca del mundo que creó esta ciudad… los desterrados, los olvidados. Los que construyeron este trocito de tierra… esta ciudad. Una ciudad de juguete… en un país con vista al mar que escucha una canción que no lleva prisa.

Del espectáculo 2010 de la comparsa Tronar de Tambores. Alberto "Coco" Ribero y Leonardo Martínez.

3.3.10

Amanecer en una habitación cerrada

¿Cómo se procede a la mañana siguiente, cuando la nariz despierta aturdida por la mezcla del olor frío del alcohol transpirado y el caliente del sexo; mientras las neuronas ni siquiera pueden mentar la consabida “podía haber parado una botella antes” o “nunca más puedo pasarme tanto”; durante la pelea desigual entre el irracional cuerpo entumecido que quiere sentirse libre y las cerebrales sábanas que se empeñan en fastidiarlo, cuando finalmente los ojos logran abrirse paso entre las lagañas y se encuentran a centímetros de otro par de córneas que los enfocan cargadas de ilusiones románticas que no se comparten ni por asomo?

2.3.10

Abuela

Una abuela es un ser tierno dedicado a satisfacerle los caprichos a sus nietos, y la mía cumplió con creces: hasta me dio cigarros cuando tenía 7 años. Siempre supo hacerme demostraciones de su amor. Una vez íbamos en el asiento de atrás de un Fusca al que en plena ruta se le salió una rueda. Instintivamente se hizo un ovillo arriba mío para protegerme por si volcábamos. Otra vez vino un doctor a casa a darme una inyección. Espantado, corrí y me escondí abajo de la cama de mis padres. Mi abuela se agachó, tanteó con una mano hasta que encontró un brazo o un pierna y me sacó de mi escondite de un tirón. Hoy le retribuyo en todas las reuniones familiares: soy el encargado de ponerle whisky a su Coca Cola cuando nadie está mirando.