-Aparte de un interrogante filosófico, la felicidad es un problema que atrae la atención general de la gente.
-Porque todos la buscan como el fin principal de la vida. El verdadero problema es que tenemos conceptos diferentes de ella. Yo creo que se pueden distinguir en la historia del hombre dos grandes vías para la búsqueda de la felicidad: la espiritual del ser y la material del tener. La civilización occidental ha seguido la segunda vía, que ha acabado por empujar al hombre al consumismo de masas, al individualismo egoísta, a la desenfrenada búsqueda del enriquecimiento personal y del bienestar puramente material, con las consecuencias negativas que conocemos.
-Parece una dinámica sin salidas posibles…
-Pero ¿no se dan cuenta de que precisamente esta dinámica, acelerada en el mundo occidental por la infernal sinergia de economía, industria y técnica, acabará por arrastrar al hombre cada vez más lejos de sus orígenes naturales?
-¿Y qué alternativas habría?
-Tengo la profunda convicción de que el hombre sólo puede hallar su felicidad volviendo a unas condiciones de vida lo más naturales posibles. Pienso, por tanto, que en todo lo que se hace hoy en el plano económico, social y político habría que preguntarse cada vez, antes de pasar a su realización, si contribuye verdaderamente a la felicidad del hombre entendida en ese sentido. He aquí la cuestión fundamental para mí, aquella de cuya solución dependen todas las demás.
El dios de los ácidos. Conversaciones con Albert Hofmann. Ed. Siruela. 2008
12.1.11
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