29.8.10

Elegancia

Se decidieron con una mirada. Ella agarró la bata de baño y se la puso lenta frente al espejo, mirándose detenidamente de un perfil y del otro, prestando atención a que no quedara arrugada cuando ató el cinturón. En todo ese tiempo él sólo dobló unas hojas de diario y las puso dentro de sus mocasines. Luego se calzó. Le daba pudor salir a la calle descalzo. Tomados del brazo, caminaron algunas cuadras. En una esquina frenaron. Ella pisó la palanca que para abrir el contenedor. Él se puso a hurgar.

13.8.10

Desnudos

Ella se desvistió y se metió a la cama, de espaldas a él. Todo fue mecánico, aséptico, sin palabra ni gesto. Ella se desnudó. Él no miró. Conscientes, se durmieron en silencio, sin una lágrima.

22.7.10

Frases fuera de contexto (de una prueba de sonido)

-¿Vamos primero con la izquierda?

-Se me trancan dos teclas.

-Yo estoy bien.

-A mí me gusta más fuerte.

Pregunta: ¿Está Plana?
Respuesta: Casi, bajé los medios

-Cuando suene todo, capaz se pierde.

Diágolos porteños oídos al pasar

Florida y Córdoba. Mediodía soleado.
Policía 1: Es la tercera vez que viene esta semana a vender lo mismo.
Policía 2: …
Policía 1: Si sigue viniendo le voy a tener que decir que venga menos o que no venga más. Pero si le digo eso o le saco las cosas ¿de qué va a vivir?
Policía 2: …


Corrientes y Uruguay. Atardecer frío.
Mujer aparentemente de cincuenta y poco: Mañana no te olvides de sacarme eso.
Mujer aparentemente veinteañera: Dale. Mandale un beso a papá.
Mujer aparentemente de cincuenta y poco: Chau belleza.

18.5.10

Tres clases de moral y buenas costumbres

ζ) Drogas
Éramos siete, incluido un niño de 6 años. Íbamos en ómnibus a la Costa de Oro con un espíritu digno de estudiantina. Al coche subieron otras personas, la mayoría de los asientos se ocuparon y el pasillo quedó vacío. Nosotros viajábamos en el fondo, intercambiando desafíos de fútbol y naipes; amenazándonos mutuamente con derrotas humillantes.
Dos muchachos se subieron. Llevaban chalecos de un centro de rehabilitación de adictos. Uno de ellos quedó adelante junto al chofer, y el otro se puso a repartir volantes entre los pasajeros. Ninguno de nosotros tomó el papelito que el muchacho ofreció: estábamos conversando. El rehabilitado que estaba adelante comenzó a hablar de las maravillas de la obra a la que pertenecían, de cómo los había rescatado de las garras de los peores vicios. Repetía mucho la palabra “droga”, como una entelequia satánica. También abusó de la palabra “niños”. Su compañero se quedó parado cerca nuestro; nos miraba fijo. Su actitud pretendía ser intimidante, la tensión se acumulaba en su mandíbula y sus ojos buscaban los nuestros ojos como sabuesos.
Rehabilitado del frente seguía hablando: “Drogas”, “niños”, “milagro”, “drogas”, “dios”, “colaboración”, “drogas”, “rehabilitación”, “niños”, mientras nosotros cargábamos 5 litros de vino y porro como para que dos jamaiquinos vivieran una semana. Rehabilitado del fondo continuaba con la actitud hostil. Su mensaje era claro: “Subimos a hablar, escúchennos, respétennos”. El nuestro, de apariencia más egoísta, era muy similar: “También estamos hablando”.

λ) Caramelos
Mismo viaje, kilómetros más adelante: “Señoras y señores pasajeros, no vengo acá con una historieta sobre mis hijos y que tengo que llevar el pan a mi casa”, comenzó el mensaje del vendedor. “No voy a pedirles que me paguen esto de acuerdo a lo que dicte su corazón o su bolsillo”. Hacía referencia a los discursos de otras personas que igual que él suben a los ómnibus a ofrecer distintos artículos o a pedir limosna y dicen: elprecioloponenustedes,concadabolsillo,concadacorazón.
“Ustedes deben estar hartos de que les mientan y no es mi idea. Yo vendo inciensos, es una mercadería. Ustedes la ven y si quieren compran” agregó, mientras comenzaba a avanzar por el pasillo repartiendo las cajitas con 10 varitas cada una.
La estrategia del tipo era sencilla y mezquina. Hablaba mal de los demás, ubicándose en el lugar del pasajero que está harto de que suban a mangarlo. Él era un comerciante, un igual a las personas que pagaron el boleto y cotidianamente “sufren” a otros personajes que suben al ómnibus con sus mismas intenciones que él. En su discurso, los otros eran limosneros o, cuando menos, comerciantes que no igualan su nivel de honestidad. Los otros no formaban parte del “nosotros” que él creaba.
Pocos aceptaron las cajitas de inciensos “para mirarlas sin compromiso”, ninguno de nuestro grupo de viajeros. “Gracias a los que tomaron la cajita y a los que no, reflexionen sobre su conducta, que tienen muchas cosa que yo quisiera tener y sin embargo estoy acá blablablabla.” Ahora el vendedor ya no se ubicaba en el lugar de los pasajeros, se paraba más arriba. Dictaba cátedra de moral, nos reprochaba; buscaba nuestra culpa. A tomar por culo.

ώ) Tetas
Sol, faso, vino, pizza a la parrilla, morrones rellenos, calabacín agridulce a las brasas, naipes y fútbol, una jornada altamente recomendable. Suena el celular. “Holaaaa” dice una a la que se le dio por llamarme cada vez que se toma media copa de más. Me contó que la noche anterior había salido con un tipo que le había pintado el cuerpo con helado y M&M, que él le había recorrido la piel, la había tocado, la había olido. “Cogimos muy bien”, dijo. Le daba miedo que él pasara a ser importante, que ella se volviera insegura (“justo ahora que estoy sintiéndome bien conmigo”). La charla siguió. En algún momento le hablé de sus tetas, capaces de alimentar una tropa. Se ofendió. “Yo te recuerdo como un gran amor y vos a mí como un par de tetas y unos buenos polvos”, fue el reproche.
Traté de hacerle entender que lo importante no es el porqué sino el qué. En definitiva la recordaba gratamente, formaba parte de mi memoria, de mi experiencia de vida y de mis emociones pasadas. ¿A qué se debía eso? Tanto daba. ¿Por qué vale menos el recuerdo físico que el emotivo? Pero no hubo caso, no entró en razón y cuando le pedí una foto de su escote, me trató de guarango y cortó.

4.4.10

Cabalgata

Una pareja copó mi mirada. Ella sentada a horcajadas sobre él, que me daba la espalda. Mientras su lengua jugueteaba con un lóbulo, la chica se dio cuenta que los observaba. El efecto fue catalizador y duplicó su lascivia: le susurraba cosas en la oreja, le mordisqueaba el cuello, le clavaba las uñas en la espalda, todo sin quitar sus ojos de los míos. Exhibicionismo dedicado personalmente y ofrecido por sus propios dueños.
Su mirada, la desproporcionada provocación, la forma en que le agarraba el pelo, todo acentuaba el calentamiento global, daba fiebre. Un globo sobre su cabeza hubiera dicho “soy la peor, la más puta, puedo jugar con él para calentarte a vos, pero también para decírselo y que se caliente él, o que se ponga celoso y yo goce con los celos del necio, con el desconcierto del macho dominante, indestructible, que choca con su propia falacia”.
O tal vez su cabeza navegaba otras cascadas, surgidas de la seguridad de ser seductora, de la certeza de estar logrando que se me inflamara la poronga.
Me puse a buscar la salida del boliche. A mis espaldas, ella se iba desmontando.

Inolvidable

Un instante, lo que demora una escupida en viajar de la boca al piso, eso es todo el tiempo que dura.
Vas manejando tu auto, tranquilo, y se te atraviesa un bicho. También puede ser una persona cruzando distraída. Para evitar la embestida volanteás y cambiás de carril. Te das de frente contra otro vehículo y su conductor ser rompe el tabique cuando cabecea el volante. O mejor: se muere. Y a vos no te pasó nada. Fue un instante. Inolvidable.

31.3.10

Rudimentos para una vida práctica

Una de las cosas que aprendí en el proceso largo, esforzado, por momentos sufrido pero siempre apasionante, es que el sonar de un teléfono no implica la obligación de atenderlo. La expectativa ajena es eso, un problema de otra persona.

11.3.10

Citas Gratuitas: Definición de Montevideo

Vivo en una ciudad de juguete frente al mar, una ciudad de juguete que mira el mar, una ciudad sin prisa, lenta… que mira lejos…
Mira lejos, como queriendo encontrar y contar ese mundo incontable que llega desde la memoria, que llega desde los barcos cargados de negros, desde los barcos cargados de europeos negros que llegaron después, la resaca del mundo que creó esta ciudad… los desterrados, los olvidados. Los que construyeron este trocito de tierra… esta ciudad. Una ciudad de juguete… en un país con vista al mar que escucha una canción que no lleva prisa.

Del espectáculo 2010 de la comparsa Tronar de Tambores. Alberto "Coco" Ribero y Leonardo Martínez.

3.3.10

Amanecer en una habitación cerrada

¿Cómo se procede a la mañana siguiente, cuando la nariz despierta aturdida por la mezcla del olor frío del alcohol transpirado y el caliente del sexo; mientras las neuronas ni siquiera pueden mentar la consabida “podía haber parado una botella antes” o “nunca más puedo pasarme tanto”; durante la pelea desigual entre el irracional cuerpo entumecido que quiere sentirse libre y las cerebrales sábanas que se empeñan en fastidiarlo, cuando finalmente los ojos logran abrirse paso entre las lagañas y se encuentran a centímetros de otro par de córneas que los enfocan cargadas de ilusiones románticas que no se comparten ni por asomo?

2.3.10

Abuela

Una abuela es un ser tierno dedicado a satisfacerle los caprichos a sus nietos, y la mía cumplió con creces: hasta me dio cigarros cuando tenía 7 años. Siempre supo hacerme demostraciones de su amor. Una vez íbamos en el asiento de atrás de un Fusca al que en plena ruta se le salió una rueda. Instintivamente se hizo un ovillo arriba mío para protegerme por si volcábamos. Otra vez vino un doctor a casa a darme una inyección. Espantado, corrí y me escondí abajo de la cama de mis padres. Mi abuela se agachó, tanteó con una mano hasta que encontró un brazo o un pierna y me sacó de mi escondite de un tirón. Hoy le retribuyo en todas las reuniones familiares: soy el encargado de ponerle whisky a su Coca Cola cuando nadie está mirando.

18.1.10

Ojotas

Había algo en el viejo que caminaba por la orilla, en la zona en que las olas se hacen espuma y el agua apenas acumula unos centímetros de altura; tal vez su paso cansino o la forma en que le colgaban los brazos, desproporcionadamente largos, imagen que se acentuaba gracias a gigantesca casaca de basquetbolista que usaba; tal vez el secreto estaba en cómo cargaba sus ojotas, sosteniéndolas descuidado con apenas dos dedos; tal vez era su cabeza gacha y los ojos que sólo abandonaban el piso para otear el mar, pero el conjunto hacía suponer que quería que la resaca lo llevara y que lejos de oponer resistencia se dejaría flotar dócil, pleno de tranquilidad.

15.1.10

Tema libre: el amor

Descripción parcial: El amor es un sentimiento sobrevalorado por quienes se aterrorizan ante la idea de estar consigo mismos. De esta forma, pierden libertad.

14.1.10

Asado, pulpón, morcillas y chorizos

Diálogo escrito en un contenedor de residuos en Valizas, Uruguay:

-Somos lo que comemos. Se vegetariano.
-Yo soy de carne ¿y vos?

2.1.10

Cepillo de dientes

Nos vimos una vez. Dos veces. A la tercera me dijo que podía dejar mi cepillo de dientes en su casa. No hubo cuarta vez.