26.5.08

Imprescindible

El domingo, Comedido se despertó temprano y marchó a la feria. En su caminata, disfrutando los escasos rayos de sol que se filtraban entre los árboles y los edificios, se topó con tres personas muy peculiares. El trío estaba uniformado con jeans, remeras y gorros blancos. Sobre el pecho, lucían en azul la leyenda “Dios te ama. God loves you”. Su actividad era simple. Repartían unos volantes al dicho de “no es una iglesia, lean la Biblia. Dios los ama”. Comedido sonrió por el acento estadounidense del grupo de apóstoles. Pero, ateo convencido, la cosa dejó de causarle gracia cuando vio que uno de ellos se le acercaba panfleto en mano. Por su cabeza desfiló uno de sus tantos Mr. Hyde, sugiriéndole burlarse de los predicadores de la mentira y la debilidad. Sin embargo no lo hizo. Apenas esbozó un gesto para rechazar el texto que le ofrecían. La recorrida de Comedido siguió, y metros más adelante vio al mismo hombre intentando darle el mismo papelito a un feriante. El vendedor no aceptó el volante y ante el “Dios lo ama” respondió “ya lo sé, él no puede vivir sin mí”. Comedido rió, sintiéndose vengado.

24.5.08

Pregunta

¿Es el anarquismo, con su confianza en el ser humano y en el comportamiento ético y moral de éste para todo proceso de socialización, una doctrina de fe?

Pasajero

Al día siguiente de cumplir 7 años, Chico Anónimo subió al ómnibus delante de su mamá. Mientras ella pagaba el boleto, él caminó hasta el fondo y vio la puerta de atrás abierta. Su mamá no había terminado el trámite. Él decidió irse a recorrer el mundo.

19.5.08

Misterio

Después de tocar en la Sala Zitarrosa, Gabo Ferro estaba contento. En el camarín, fuimos varios los que lo saludamos. A todos nos ofreció café, agua o Coca Cola. Ninguno aceptó, pero le desapareció la tapita de la botella del refresco del imperio, que a alguien habrá servido para completar una promoción y ganarse una botella de litro y medio gratis…

Propietario

- Váyanse todos para afuera, que el dueño de casa quiere usar el baño –dijo con aire señorial, refiriéndose a sí mismo en tercera persona. Acto seguido, comenzó a empujar a los que estaban metidos en el gabinete higiénico.
Así sacó a las que habían entrado a conversar, a aquel que se había sentado a leer por décima vez los componentes del desodorante y una revista de historietas que conocía de memoria, a los que estaban tomando merca, a la que se apretaba un granito frente al espejo, a la que se depilaba las cejas, al que jugaba con el bidet como si fuera una fuente, a uno que se cortaba las uñas de los pies, a otro que fumaba a escondidas y tiraba las colillas en el water, a la que hacía 45 minutos estaba maquillándose, a otro que ensayaba gestos pensando seducir a una mina, al obsesivo que se lavaba las manos cada 2 horas, al que se bañaba cada vez que tenía sexo, al que se masturbaba, a la que le daba vergüenza haberse cambiado el tampón y lo tiraba en el retrete, al que cepillaba sus dientes hasta que le sangraban las encías, al que se afeitaba por secciones para ver cómo le quedaba la cara con distintos dibujos de pelo, al que se peinaba el bigote y a la que se retorcía para ver si no se le escapaba el borde de la bombacha sobre la cintura del pantalón
Y cuando por fin quedó sólo, se acordó que en realidad él alquilaba.