A los cinco minutos de encontrarnos, me habló de sus orgasmos.
-Fumar porro pega distinto cada vez ¿no?
-Sí.
-Entonces es como los orgasmos que siempre son diferentes, concluyó.
A los 18 minutos la cerveza le hizo efecto.
-¿A cuánto estamos de tu casa? Necesito un baño.
A los 25 minutos me pidió conocer la azotea. Subió los escalones calculando los pasos, midiendo el tiempo para que su culo quedara a la altura de mis ojos. No es poesía ver la carne transpirar (1).
A los 27 minutos mirábamos las estrellas y tratábamos de adivinar el mar en el horizonte. Fantaseé con coger ahí arriba y acabar cayendo. Me acarició, la arrinconé.
-No, pará –dijo.
A los 30 minutos mientras cerraba la puerta atrás suyo le miré la nuca. Ideal para pegarle una trompada.
(1) Dame un limón, Divididos.
1.10.09
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2 comentarios:
Lo publicaste!!!jajjajaja un buen cuento sobre histeriquismo
soy maría, es que no recuerdo mi contraseña jeje
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