2.7.09

Citas Gratuitas: Dalmiro Sáenz


Primero fueron unos peluqueros, con sus tijeras en las manos, los hermanos Diglio; luego un cartero, después los peones del mercado y los empleados de una tienda; después todos, hombres, mujeres, chicos, salían de las puertas de las casas a unirse a la persecución del asesino que corría, desesperado, dándose vuelta de tanto en tanto, doblando en las esquinas, llorando de miedo, mientras sus perseguidores se mantenían a la misma distancia, con su jadeo implacable y tenaz y su número aumentaba a medida que pasaban las cuadras; éramos nosotros, los habitantes de la ciudad-pueblo, hombres y mujeres, que hacía años que no corríamos más de veinte metros, exigiendo a nuestros pulmones detrás de aquél en el cual podríamos descargar todo el odio contenido, toda esa fuerza atávica, ancestral, todo ese desahogo de ferocidad de seres con muchas generaciones de violencia domesticada; y ahí estaba, a pocos metros de nosotros, en su correr desaforado, aquello que simbolizaba el mal ajeno, aquella persona cuyos delitos terribles nos hacían sentir puros, justicieros, orgullosos seres humanos, vengadores, representantes de la moral y la decencia; éramos la justicia, en ese momento, la humana justicia, basada en la venganza, el odio, el amor, la seguridad, el orden, el miedo, la envidia, el honor, la precaria duración de la vida y la devastadora solución de la muerte.
Dalmiro Sáenz, Setenta veces siete.

1 comentario:

espejito, espejito dijo...

linda la foto y lindo Dalmiro.

de visita por aquí.

besos en catalán.