22.8.08

Seguridad vial

Comedido leía, sentado en el ómnibus. En una parada subió un grupo de escolares. Eran 4 varones. Las moñas azules desanudadas, caían como franjas verticales sobre las túnicas. Las mochilas, desproporcionadamente grandes en tamaño y peso en relación a los cuerpos que las portaban, generaban el susto en otros pasajeros que temían ser embestidos. El coche aún no había arrancado, cuando uno de los niños encontró el oasis: un asiento libre. “Bo, acá hay un lugar” –fue la frase con la que anunció la buena nueva. “Guardáselo a Patricio” –le respondieron. El San Gabriel mira hacia la puerta y allí aparece la figura de un niño, más pequeño que los otros. Su uniforme era de jardín de infantes. Los “niños grandes” le señalaron el asiento vacío y él se instaló allí con una sonrisa amplia. Comedido se preguntó cuándo los adultos olvidaron que a los más débiles hay que protegerlos. Pensó cuánto demorarían esos niños en transformarse en adultos. Y cruzó los dedos para que mantuvieran la memoria.

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