27.3.09

Saludos

Me senté en la mesa del único Café Sorocabana que queda en Uruguay, en la ciudad de Durazno. Tiene las clásicas mesas redondas con tapa de mármol y las sillas semicirculares de madera, con asiento de cuero verde. Me generó una nostlagia de algo no vivido, de un lugar que nunca pisé en la Plaza Cagancha, que fue epicentro de la cultura bohemia, de la cultura culta, del debate futbolero y de ideas, y que terminó consumido por las llamas.
En la mesa duraznense había una chapita de bronce. "Sorocabana, 1989. Alrededor de esta mesa el escritor y poeta Orlando Aldama compartía el ocio con sus amigos. 24/1/87", anunciaba.
A mí, cuando me voy de los boliches de mi barrio, me dicen "hasta mañana".

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